Por: Daniela Montalvo / México Sin Fin
En el Panteón de Real de 14, en San Luis Potosí, oculto en el último rincón donde la mirada apenas se posa, yace un lugar que evoca historias olvidadas: el «Rincón de los petateados».
Cuentan las leyendas locales que este rincón albergaba a aquellos hombres que partieron de este mundo sin ser identificados, lejos de sus familias y sumidos en la penuria de trabajar en las minas de Real, casi como esclavos.
La escasez marcaba sus vidas, y su despedida terrenal era tan discreta como el sonido del viento entre las tumbas. En un simple petate, envueltos y deslizados en el anonimato de aquel rincón que antaño sirvió como fosa común.
Con el tiempo, algo peculiar comenzó a suceder en este lugar apartado. Visitantes del cementerio afirmaban percibir sombras que danzaban entre las lápidas. Al principio, se creyó que eran meros transeúntes, pero pronto se tejieron historias de terror.
Elementos fantásticos como la aparición de fantasmas hicieron resurgir del olvido a aquellos que descansaban bajo tierra.
Dicen los conocedores de las historias del pueblo que la muerte en este rincón no era ajena. Hombres exhaustos por el trabajo pesado de las minas, mal atendidos por la falta de servicios médicos o envueltos en riñas de cantina encontraron su último refugio en el «Rincón de los petateados».
Sea cual sea la causa, aquellos que carecían de familia y fortuna encontraron su destino en este rincón marginado.
Así, en medio de sombras y leyendas, el Panteón de Real de 14 guarda la memoria de aquellos que, en vida, fueron petateados en la penumbra, pero cuya historia resplandece ahora como un recuerdo hermoso de la riqueza de nuestro México.
Un país tan diverso y multicultural como México, para una vida resulta sin fin.
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